
A los pocos meses la situación familiar se agravó. No tenía amigos ni novio. El rechazo era dentro y fuera de mi hogar: "era una gorda". Esa situación no me quitaba el hambre. La depresión era tal que lo único que me calmaba era comer. Después me sentía peor. Realmente es una sensación desagradable. Así que cada vez que comía inducía al vómito y logré rebajar muchos kilos. Mis padres se preocuparon por mí, porque mi delgadez llegó a ser extrema.
Afortunadamente, ellos me prestaron la atención que yo necesitaba. Lo hicieron a tiempo. Estuve internada varias veces en el hospital, pero me siento muy mal por lo que hice. Ya han pasado 10 años de esa experiencia. Es terrible que tus padres te presten atención porque tú les estás haciendo daño. Ellos sufrieron mucho por mí. Estaban muy preocupados por mi estado de salud.
Hoy en día, no tengo desórdenes alimenticios, pero sí estoy sufriendo las consecuencias de mi locura. Fue más grave mi baja de peso que mi obesidad. Hoy tengo problemas con mi colon. Mi gastritis aún no se cura y llevo años de tratamiento. Lo único que les diré es que me pudo ir peor. Gracias a la ayuda de Dios y de mis padres hoy soy una persona mentalmente saludable.
Imara Portoro
24 años
Venezuela